El otro día al alma mater de este blog se le ocurrió empezar una serie nueva: ¿Por qué "..." jugador era tan bueno?, por "...". Enseguida su primera propuesta pasó a ser uno de los jugadores más espectaculares de la época, Pablo Calviño, y el que mejor podía hablar de él tenía que ser alguien que lo conociese como nadie: Diego "Lobo" Lago.
Además coincidía con que el otro día Lago ponía en su face un comentario hecho por su padre sobre los jugadores de barrio. El Lobo nunca ha ocultado su procedencia, Los Castros. Eso imprime carácter, sin duda.
Lago cumple con todas las características que tiene que tiene que tener un portero en cuanto a carácter y cualidades se refiere, pero es que cumple de manera sobresaliente. Es uno de los grandes de A Coruña, tan sólo la falta de un "padrino" le ha impedido llegar más lejos. Jugador con un marcado y peculiar carácter, ha sido siempre fiel a sus colores, los del Liceo, hasta que se ha cansado de ver cómo se le han negado las oportunidades, no sólo a él sino a compañeros suyos, y ha decidido irse al club donde mejor le han tratado y donde está rodeado de amigos: el Compañía de María. Allí es feliz jugando, entrenando y preparando a los porteros de las distintas categorías, que han notado su ausencia durante la temporada pasada.
Es entrenador de los equipos base de Santa María del Mar, donde los enanos disfrutan de sus entrenamientos y donde consiguió hace un par de años llevar a los alevines hasta el Campeonato de España en un sector memorable para los de jesuitas.
Si el Liceo buscaba un portero suplente de Mali de garantías y "de barrio", el idóneo, sin duda, el Lobo.
Lago cumple con todas las características que tiene que tiene que tener un portero en cuanto a carácter y cualidades se refiere, pero es que cumple de manera sobresaliente. Es uno de los grandes de A Coruña, tan sólo la falta de un "padrino" le ha impedido llegar más lejos. Jugador con un marcado y peculiar carácter, ha sido siempre fiel a sus colores, los del Liceo, hasta que se ha cansado de ver cómo se le han negado las oportunidades, no sólo a él sino a compañeros suyos, y ha decidido irse al club donde mejor le han tratado y donde está rodeado de amigos: el Compañía de María. Allí es feliz jugando, entrenando y preparando a los porteros de las distintas categorías, que han notado su ausencia durante la temporada pasada.
Es entrenador de los equipos base de Santa María del Mar, donde los enanos disfrutan de sus entrenamientos y donde consiguió hace un par de años llevar a los alevines hasta el Campeonato de España en un sector memorable para los de jesuitas.
Si el Liceo buscaba un portero suplente de Mali de garantías y "de barrio", el idóneo, sin duda, el Lobo.
Hace unos días hice un comentario en mi Facebook a cerca de algo que me dijo mi padre, sobre la poca afluencia de gente a los partidos del Liceo de OK liga, que no era otro que el de reclamar un jugador de “barrio” para el equipo. El cree que un jugador de la ciudad haría que fuese más gente a verlos. Yo también lo creo, y si digo esto es porque si alguien encarnaba de verdad al “jugador de barrio”, ese era Pablo Calviño.
Calvo (como le
llamaba la gran mayoría), era un jugador capaz de lo mejor y de lo peor dentro
de la pista, pero fuera de ella es una de las mejores personas que he conocido.
Ya de pequeño apuntaba maneras, pero fue en juveniles cuando lo llamó la selección española y ese verano cuando volvió de allí ya no era el mismo; estaba el doble de fuerte, era el doble de rápido y jugaba que daba gusto verlo en una pista. Quizás no era el jugador más vistoso en la pista, ni el que jugaba más bonito. Se quitaba los patines sin desatarlos, tenía los cordones llenos de nudos, los rodamientos le hacían ruido, los patines reventados, era un “personaje de carallo”, pero era un jugadorazo, le daban pelotazos y ni se quejaba. La mayor parte de mis amigos en el hockey me llamarán pesado, porque siempre que hablo de Calviño parece que hablara del mismísimo Dios, pero es que se lo merece, la verdad.
A lo largo de todos los años que he jugado al hockey, he compartido vestuario con muchos jugadores y muchos de ellos muy buenos: Pablito Cancela, Jaime Lobón, José Ramón, Pepe Barreiro….y no hablemos de cuando entrenaba con el primer equipo y me veía al lado de un tal Facundo Salinas o Carlos López, pero tengo que decir que nunca nadie, ninguno de ellos, me ha impresionado y divertido tanto en una pista como lo ha hecho Calviño.
Él fue capaz de poner en pie a un pabellón entero en el centro asturiano de Oviedo; se agotaba el segundo tiempo y ganábamos al Areces por diferencia de tres goles (creo) en el cuarto partido del sector que certificaba nuestra clasificación matemática a falta de un partido, y Calviño (harto de haber recibido palos todo el partido, y provocador como él era en la pista) coge la bola detrás de mi portería y con una mano se lleva a los cuatro jugadores por valla picando la bola y saltando, mientras ellos ya no iban ni a por la bola, solo buscaban derribarlo. Ese momento no lo borraré de mi memoria nunca, ver como se levanta el pabellón entero, unos animándolo y otros poniéndolo a caer de un burro…..era quizás un jugador comparable a un George Best o un Djalminha en el futbol, jejeje.
Otra anécdota fue la del día que nos llamaron para sacar la foto con el primer equipo para salir en el poster oficial. Yo estaba con Calviño en su casa, en cuanto colgué el teléfono le dije: -joba tío, vamos a salir en el poster!!!! Venga vamos yendo ya. Pero él se limitó a contestarme: -que va, paso de ir!!! ¿Quién no quería salir en el poster con el primer equipo con 18 años?
Quizás acabó dejando el hockey por su propia culpa y por su temperamento, pero yo tengo otra opinión distinta; creo que se hartó de esperar, y de que lo bailasen a entrenamientos para un lado y para otro, para no conseguir nada al final. Por eso creo que mi padre tenía toda la razón al decir lo que dijo, igual un jugador como Pablo Calviño le garantizaría al Liceo unos cuantos espectadores más, pero lo que sí que sería seguro, es que les garantizaría espectáculo, garra, sentimiento, cojones…..pero sobre todo espectáculo.
Quiero acabar esto diciendo que la vida al final nos ha llevado a cada uno por un lado distinto y ahora mismo no tengo casi relación con él, pero por lo que se, está viviendo con su pareja y creo que va a tener un hijo en poco tiempo; y decir que siempre lo llevaré en el corazón y lo recordaré como el jugador más grande con el que he jugado en toda mi vida.
Gracias Pablo por tu espectáculo y por esa carachaparretas.
Un fuerte stickazo a todos!!!
Eres un crac Lobo!!!
ResponderEliminarkien conoce a calviño, lo has definido tal como es. Grande Lobo. Una pena que no siga jugando
ResponderEliminarLobo, tal cual!!!
ResponderEliminarSe te olvida decir que cuando iba regateando a los cuatro del Areces y estos lo forraban a palos, iba gritando "ay!, ay!", mofándose.
También comentar que fue ta la manera de arrasar en ese sector (tiraba e iba a recogerla él mismo a la otra esquina de la pista) y tal fue la envidia de alguno de los que votó por el mejor jugador que no lo votaron a él. Eso sí, cuando dijeron un nombre que no fue el suyo, el pitorreo y la incredulidad fue tremenda.
Recuerdo también un día en Noia, que acabamos enzarzados los dos equipos, uno de ellos le dió un palo en la cabeza que a cualquiera nos habría tumbado y él ni se inmutó. Llevaba el pelo muy cortito esa vez y se le notaba la cabeza toda roja. Pero con toda la trifulca decía no acordarse de que le hubiesen dado en la cabeza. Menudo animal!!!!
Enorme texto de un jugadorazo!!!!!
ResponderEliminarJajaja...q bueno lo del palo en la cabeza Jaime! Calviño era muy grande,muy grande y ese eqipo tremendo!!!
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