lunes, 28 de enero de 2013

Alfredo, a su manera. Por Carlos Parga.

Recuerdo perfectamente el día que conocí a Alfredo. Ya era de noche gélida en Santiago. Como siempre, estaba observando el desarrollo de los entrenamientos desde la puerta del pabellón, hábito que con el tiempo descubrí que era parte de la forma en la que él vivía el hockey y a lo que dedicaba todo el tiempo que le era posible. Era fácil localizar a Alfredo. O en su trabajo o en el pabellón. Creo que también pasaba algo de tiempo en casa pero más que nada lo hacía para dormir, aunque sólo cuando dejaba en paz el ordenador después de haber trasteado todo lo trasteable por el mundillo del hockey cibernético.


Desde primera hora con los más pequeños hasta que se marchaba el último jugador, Alfredo estaba ahí. Miraba desde lejos como si creyera que su presencia enturbiaba el trabajo, sin querer distraer. Charlaba con unos y con otros. Hablaba del tiempo, de política (poco), de la pesca que siempre regalaba, de su pequeño huerto, apaciguaba los ánimos cuando las cosas no eran del gusto de algún padre y sobre todo, respetaba profundamente el trabajo de los demás. Lo defendía como propio porque él también creía en las personas aunque esa fuese la mayor causa de disgustos a lo largo de su vida. Nunca le oí una palabra más alta que otra. Si la cosa se ponía dura, daba la vuelta, fumaba un pitillo y después de tomar el aire un poco, volvía a retomar la discusión. Pero no lo hacía por él sino por su interlocutor.

Pero mi primer contacto con el Raxoi fue hace mucho más tiempo, hacia finales de los noventa. Estaba yo entonces enrolado en las filas del H.C. Xuntanza. Tengo todavía en mi poder una vieja cinta de VHS con aquel partido que he vuelto a visionar pero con la ilusión de que, apoyando el codo en la barandilla y sosteniendo la barbilla con la palma semicerrada de la mano, en una esquina de las gradas estuviese él. No tuve suerte, pero que no saliese no quiere decir que no estuviese. Alfredo estaba siempre. Jugase donde jugase un equipo del Raxoi, allí estaba. No le importaba si eran los buenos o los menos buenos. Si jugaba su hijo o no. Cambiaba sus vacaciones para compatibilizarlas con los compromisos del club. Su coche estaba a disposición de quien lo necesitase. ¡Hasta su casa servía de apoyo logístico para lo que fuese necesario!



Durante mis años de entrenador he pasado por algún que otro club y puedo asegurar si temor a equivocarme ni un milímetro que jamás encontré a nadie tan orgulloso de sus colores pero no por las victorias sino por los éxitos individuales de cada uno de los niños. De sus pequeños progresos. De sus caras de felicidad. Conocía perfectamente los logros de todos y cada uno. Sabía cómo evolucionaba el pequeño que se puso los patines la semana pasada por primera vez, sabía los nombres de todos y cada uno de sus niños, de sus hermanos… Siempre tenía una palabra de cariño, una pequeña broma, una charla intrascendente con cada uno de ellos y les hacía sentirse importantes y valorados. Sabía que el éxito y la victoria no son necesariamente lo mismo y valoraba más lo primero que lo segundo. Era feliz viendo aprender. No esperaba más. Sólo que los niños aprendiesen y disfrutasen. Dios sabe la cantidad de horas que pasaba entre los cuatro muros de Vite. Como buen gallego sabía esperar pacientemente, trabajando poco a poco, y recoger los frutos en su debido momento. 

Hoy en día, si se conoce al Raxoi más allá del “Telón de Grelos” se debe en gran parte a Alfredo. Durante su mandato, las chicas, campeonas gallegas de Liga (dos veces) y Copa, cuartas en la Copa de la Reina de San Sadurní, los infantiles quintos en el Campeonato de España, la selección gallega femenina, subcampeona de España, plagada de jugadoras del club, al igual que los infantiles con cinco representantes del H.C. Raxoi. Luisete –ahora Aceituno- campeón de Europa con la selección española. Chicos y chicas, canteranos del club, jugando la Ok Liga en el Borbolla y en el Alcoy. Para unos parecerá poco, otros no le darán importancia, incluso lo minusvalorarán pero todo eso, poco o mucho, lleva su nombre.


El deporte tiene estas cosas. Siempre te ofrece la posibilidad de conocer gente, otras personas y a veces, muy de vez en cuando, seres humanos con un corazón que no les cabe dentro. Con sus defectos y sus virtudes Alfredo era de ese tipo de personas. Hasta siempre AMIGO.

Hemos cogido las fotos del Blog del Raxoi Femenino . Muchas gracias.

Un fuerte stickazo a tod@s, pero sobre todo a ti, Alfredo.

2 comentarios:

  1. FANTÁSTICO ARTÍCULO!!!

    Me encanta este trocito:

    "el éxito y la victoria no son necesariamente lo mismo...Era feliz viendo aprender...Sólo que los niños aprendiesen y disfrutasen".

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