“Espero que este escrito haga olvidar todos los anteriores”
La mayoría de la gente conocéis
al Vicente, Vicen, Vince, o como queráis llamarlo, de los últimos años, de los
últimos 10, máximo 15 o 20 años. Pero hay un Vicente de 62 años y los que
tenemos la suerte de conocerlo desde el paleolítico sabemos realmente quién es
Vicente Torres, Vicente, Vicen, Vince o el Tío Vicente.
A mí me vais a permitir quedarme
con el Tío Vicente, con mi hermano. Todos tenemos mil anécdotas con nuestros
hermanos, pero os aseguro que ninguna llega al nivel de diversión de las que yo
he vivido con él. Bueno, sí. Las que vivió con sus hermanos Rafa, Santi, Iñaki y Ana; las
que vivió con su querido Tito Frontenla, las que vivió con sus hijos y con sus
sobrinos, las de Alberto Carneiro o muchos otros que se me quedan en el tintero
de los clásicos, de los básicos, de los del fondo de armario.
Tuve la suerte de conocerlo hace
51 años por gracia de mis padres. Pero tuve la suerte de disfrutarlo con
conocimiento de causa desde muy pequeño ya que yo era “su hermano pequeño”. Y
hermano pequeño solo hay uno. Siempre me consintió todo, me enseñó muchas
cosas, me hizo sufrir y disfrutar como nadie, me vienen a la cabeza tantos
recuerdos que se me irán yendo según los vaya escribiendo. Son intimidades
entre él y yo, pero me encanta, y necesito, abrirme en canal para ser
consciente de lo que yo he vivido con él, gracias a él y por él.
QUE BONITA LA VIDA
Caballo Loco
Pocos sabrán que significa eso.
Éramos, los dos, muy jóvenes y yo iba a Palomar 22 a pasar horas y días con
ellos, con Vicen y Cris. Íbamos en el “Dosca”, o en el 127 o cuando llegó el
sumun sería un Ronda. Nos apasionaban los coches. Él me inculcó esta pasión por
el automovilismo, por los coches sin más. Pasar en su casa tiempo significaba
tener que asumir cuatro cosas: se bebía KAS, había revistas de coches del
estilo de las clásicas Motor16 o Autopista, se veían siempre las últimas películas
que habían salido en los vídeos de alquiler, mejor dicho, en el Video Club
Coruña y lo mejor: hablar por la radio de radioaficionado. No decíamos nada,
pero era un momento genial poder estar comunicado con el mundo. 40 años después
entiendo todo el entramado HockeyGlobal. Ir a dormir a su casa era muy
divertido y ejercía de Vicente Torres sr. cuando tocaba, aunque nadie se lo
creyese: nunca olvidaré el día que me enseñó su truco para meterme la camisa
por dentro del pantalón, hoy en día seguimos haciéndolo como en el 80. Íbamos a
ver todos los rallys y lo pasábamos de carallo. Llevábamos, ahí empezó su
afición, la cámara de video de mi padre que era un trasto del estilo del tamaño
de las cámaras profesionales de hoy en día, pero en cinta VHS. Nunca se nos
olvidará el accidente de Germán Castrillón por dos motivos: primero porque el
instinto nos hizo movernos un minuto antes del accidente del sitio donde
estábamos y librar un buen susto seguro y segundo porque la grabación de “soy
Pablo Torres, criador de canarios y este es mi campeón” fue épica. Sí, le dio
un ataque de risa de los suyos.
La mayoría de los que leéis estas
letras conocéis al Vicente de los últimos años. Empresario de éxito que dedicó
parte de sus últimos años a “devolverle a la sociedad una parte de la que esta le
ha dado a él”. Se ha preocupado por el patinaje en general y por el hockey en
particular. Se ha preocupado por la gente que tenía necesidades y se ha
preocupado por intentar hacer el bien a todo aquél que pudiese necesitarlo.
Pero hubo un Vicente antes que
este Vicente que todos conocéis ahora. El Vicente que tuvo que luchar en la
vida desde los 18 años como un cabrón, que probó como nadie la amargura en momentos
en los que no estás preparado para probarlos. Siempre decimos que la vida viene
sin manual, pero a mi él me ha dejado su propio manual. Siempre le dije que era
una inspiración de cómo superar las situaciones de la vida. No nos parecíamos
en casi nada, tampoco físicamente a pesar de que la vida nos regaló una
relación especial a partir de aquella noche de 2014. Poca gente sabe qué pasó los
días previos a esa noche, pero lo cierto es que sin hablarlo quedamos unidos de
una manera especial para siempre, tanto que empezamos a parecernos físicamente.
No voy a hablar de su generosidad
ya que todo el mundo la conocía, pero sí de la que tuvo conmigo. Me quiso
siempre como su hermano pequeño, me protegió y ayudo siempre que pudo hasta el
último día que nos vimos y estoy seguro de que, igual que Rafa, ahora me
ayudará de otra manera a sobreponerme al momento personal que estoy pasando.
Tuve la suerte de poder hacer muchas cosas por él en la vida, todas de las que
estoy terriblemente orgulloso. De haber estado con él en muchos de sus momentos
complicados, incluso muchos que ni él mismo sabe y no tiene ni tenía que saber.
Pero en eso constaba nuestra relación, somos hermanos y aunque soy el pequeño a
veces he tenido la suerte de poder decirle algo, hacer algo, aconsejarle algo,
que le ha podido ayudar algo en la vida.
Un día me invitó a ir a ver una
Feria de esas que él se buscaba de disculpa para ir a Barcelona. Cogimos el
avión a las 7 de la mañana en Santiago con la antigua Clickair. Según
despegamos empecé a encontrarme mal y le dije que me iba adelante a un sitio
que había en el pasillo. Según llegué perdí el conocimiento. En seguida me
atendieron los auxiliares de vuelo y un médico residente de traumatología que
había en el avión. Lo más divertido era escuchar al bueno de Tito Frontenla
unas 10 filas atrás diciendo: “el gordo de la ventana es su hermano”, y
Vicente, aprensivo donde los haya, se escondía como si con él no fuese la cosa,
muy típico de él. A cambio, muy preocupado, mandó a la mierda la feria y sacó
enseguida unos billetes de vuelta para Coruña en el mismo día.
Recuerdo especialmente aquella
conversación en las gradas de Órdenes cuando analizamos cómo y qué hacer. Salió
el proyecto Cerceda, salió el proyecto Federación y alguno otro que había por
ahí previsto. Me encantó que los últimos años de Cerceda me dejases participar
tan activamente en ese proyecto, desde hacer bocatas y servir cervezas en el
bar hasta gestionar económica y socialmente el club, buscar recursos, dedicarle
horas de aprendizaje a esta mierda que tanto nos gustaba y nadie disfrutaba
como nosotros. La etapa de la Federación solo se vio truncada por mi cambio de
vida, pero lo pasamos de carallo construyendo el futuro. El otro día recordaba
con Oscar cómo nos fuimos a Lugo a su almacén para diseñar el futuro digital de
la FGP cuando estábamos con los pdf´s y que tanto nos criticaron.
Al igual que a Rafa, que a papá,
ahora a ti te recordaré cada día de mi vida. Recordaré cada día de los 18.000
anteriores, recordaré la tensión con que me hacías vivir, la mala hostia a la
que me ponías cuando tenía que hacer un asado que me tenía que tomar un
trankimazin; recordaré que cuando yo iba tu habías vuelto 3 veces en la vida.
Recordaré por cada momento que has pasado y he compartido contigo. Ahora estarás
montando algo con Rafa, con papá, con Tito, con Adriansito, con todos. Habrás
revolucionado el tema ahí arriba según has llegado. Y no creo que montes nada
de hockey por el momento, no. Te faltan tus motores para montarlo: Tito y David.
Cada vez que oiga la palabra
Tenerife me acordaré de las partidas de ping – pong con David, los baños de los
primos en aquella piscina, de las comidas en Lapalapa, me acordaré de ir a
reservar las sombrillas de la playa para poder echarnos nuestras matutinas
siestas, me acordaré de Raquel, Pablete y Raquelita siempre con una sonrisa esperando
a ver por donde salías. Te quedaron muchas cosas por hacer, pero cada una de
las que has hecho las has hecho a tope, sin dejarte nada.
Gracias por dejarme haber sido
parte de tu vida. Si algo pude hacer, ya me quedo tranquilo. No te echaré de
menos porque estarás presente cada día. Igual que quedamos unidos desde aquel
fatídico 1 de febrero y hemos hecho lo que había que hacer, a partir de ahora
seguiremos con el legado, solo que en vez de dos serán cuatro porque yo seguiré
siendo el Tío Pablo, tu hermano pequeño.
#4
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